miércoles, 31 de julio de 2013

Ideas diversas de humoristas

En cuanto a referencias artísticas, las de Rábago están en los pintores anteriores a Giotto, en el tratamiento de la luz y el color, pero, sobre todo, pintura metafísica y nada de pintores plásticos como Picasso.
El Roto está más cerca de los grabados de Goya y Solana, la sátira de entreguerras, con el lenguaje abandonado en los años treinta, y Ops, en los grabados de la Enciclopedia y los grabadores ingleses del XIX.
No soy aficionado al cómic, asumo el dibujo como la estructura interna de la representación con imagenes graciosas. El dibujo es la parte intelectual, el color, la emocional.
No soy nada anarquista, el Estado es fundamental y creo que el hombre debe vivir en un territorio de libertad. Creo en la sociedad
y en la necesidad de las formas de comportamiento civilizado. En cada momento hay que reflexionar y no dejarse vencer por esquemas ideológicos. Siempre estoy de parte del débil cuando el fuerte abusa de su fuerza. No reflejo la imagen de un país, sino todo un sistema. Sospecho que la infamia es universal.




El Roto lo que intenta es ayudar a concentrar los sinsentidos de manera que tengan sentido. Vivimos en un mundo borroso y la sátira ayuda a que se vuelva más nítido. No resuelve nada, pero nos ayuda a saber dónde estamos y con quién nos la jugamos...

A lo mejor preferiría no pensar en la desgracia de turno, pero por ahora me parece una obligación. Mis dibujos parecen cortantes y fríos, pero, si los mira con atención, verá un calorcillo, es el resulta­   do de compensar lo puramente racional con el corazón.

...Yo trabajo para el lector, no para molestar al poder. Reflejo lo que mi lector piensa, pero de manera más clara, y ése es mi trabajo: mostrarle al lector que esa opinión suya no es una estupidez, no es una locura, que no es un hombre aislado.

Como otros compañeros de profesión tuve problemas con la censura, uno muy pintoresco con el personaje “Doña Tula, suegra”, que fue suspendida por atentar contra la unidad del matrimonio, cuando yo tuve mucho cuidado en que la suegra no se mezclara en la vida del marido y su mujer, ya que las disputas únicamente las mantenía con él.

Juby bustamante. ¿Arte pequeñito? Suele decirse que no hay artes menores. Es arte, o no es...

Forges. Pues no es. Por decirlo realmente, esto no es arte, es habilidaden creacion de imagenes divertidas. Es cuestión de cogerle el truco a una forma de expresión.


(Humildad franciscana que contradice la naturaleza humana y las tradiciones de un país de grandes vanidosos. Aclaradora precisión de un señor que lleva vendidos más de cien mil ejemplares de su libro, que ha influido en la forma de hablar de unos cuantos millones de españoles, y del que se repiten situaciones, respuestas y palabras sueltas como “sugerente”, “evidente”, y demás componentes del léxico “forgiano”).
—Y así, de cogerle el truco, le llegó a Forges el éxito...
—Pero, ¿qué éxito? Lo que ha ocurrido es que Forges ha llegado en un momento determinado, la gente lo lee, y se acabó. Si esto es éxito, yo no me lo creo. No viviría retirado, dedicado a la “bici”, y me pasaría la vida en cocktailes, fiestas y esas cosas que dicen tras la fama. Sí, es cierto que la gente lo lee, y eso yo creo que consiste en la forma de expresión.

domingo, 28 de julio de 2013

Entrevista a Escobar

Escobar

   
La decisión de hacerme dibujante la tomé de pequeño, cuando tenía ocho o nueve años. Cuando tenía 12, pinté en una pared del pueblo de Granollers, donde vivía con mis padres, unos dibujos en gran tamaño, para que los viera la gente de Barcelona que pasaba por allí los fines de semana. En aquella época había grandes dibujantes, áomo Junceda (para mí, el mejor de todos), Cornet, Llaverías o Mallol, es decir, toda la gente de En Patufet, aunque el humor que se hacía entonces era más inocente.

Yo mandaba dibujos a todas las publicaciones y conseguí publicar, a los 14 años, mi primera historieta en la revista Virolet, y luego, más regularmente, en Sigronet y Pulgarcito, de la Editorial Gato Negro, que luego se convertiría en Bruguera.



Si algo tengo que agradecerle a Franco es que me expulsara del Cuerpo de Correos cuando acabó la Guerra Civil, porque entonces no me quedó más remedio que dedicarme enteramente a las historietas.
Antes de la guerra entré a trabajar en la oficina de Correos de Granollers, y a la vez publicaba mis dibujos donde podía, como fueron Diario de Granollers, TBO, La Campana de Gracia, Pocholo y Papitu. Y escribía teatro y cuentos, que incluso conseguí me publicaran. Durante la contienda trabajé también como dibujante en L’Esquella de la Torratxa, que había sido incautada por el Sindicato de Dibujantes Profesionales de la UGT. Y por eso fue que me procesaron y depuraron tras la guerra. Me condenaron a seis años y un día de prisión, de los que cumplí poco más de año y medio. En la cárcel me pusieron en la sección de paquetería, situación que daba derecho a ir por todas las galerías. Yo iba con una carpeta, y aprovechaba esta movilidad para hacer caricaturas a quien le interesaba, que cobraba a tres pesetas a una sola tinta y a cinco las que hacía en color.

Al terminar la condena, convertido en ninotaire a la fuerza, empecé a publicar en Pulgarcito, junto a Cifré, Peñarroya, Conti y Giner.Y con ellos intenté la aventura de independizarnos con la revista Tío Vivo en 1955, que finalmente fue absorbida por la Editorial Bruguera, y tuvimos que volver al redil. También hice cine de dibujos animados para la Productora Chamartín. Eran cortos que proyectaban antes de las películas, pero con la llegada del NO-DO dejaron de pasarlos y de producirlos.

De mis personajes tengo especial predilección por “Carpanta” y “Zipi y Zape”, que son verdaderos antihéroes, ya que, a pesar de las buenas intenciones que albergan, las cosas les suelen salir mal. A “Carpanta” lo imaginé viendo las películas de “Popeye” en las que aparecía el tragón “Pilón”.Tardé en concretarlo hasta los años cuarenta, cuando retomé esta idea primitiva en una época en la que había mucha hambre, y ello permitió hacer un poco de campaña contra las necesidades que se pasaban. Y la pareja “Zipi y Zape”, aunque ya tienen más de 40 años, no creo que se hayan quedado anticuados, porque los niños continúan identificándose con ellos, porque comparten los mismos problemas.

miércoles, 24 de julio de 2013

El chiste político en España

 Humoristas en españa


Respuestas de una encuesta que José Manuel Girones realizó a varios humoristas gráficos, en el reportaje titulado “El chiste político en España”, que se publicó como Documento Nacional Mundo, en el semanario Mundo de Barcelona, el 25 de julio de 1970.
—Y cubi

—Ops, Jonás y El Roto son auténticos heterónimos en las imagenes graciosas y cada uno tiene distinto enfoque, aunque a veces se produzcan cruces. Son como diferentes calados sobre una misma realidad: la realidad es múltiple y con diferentes niveles de profundidad, por lo que, de­   pendiendo de dónde efectúes el corte, será el aspecto que extraigas. Cada uno llega hasta un punto y es incapaz de llegar al siguiente. —En cualquier caso, cada uno representa un distinto lenguaje narrativo: cómic, tira y viñeta.

—Por supuesto, en Ops y El Roto hay una mayor preocupación formal, cosa que en Jonás apenas existe. Es sólo una pequeña idea que se desarrolla en cuatro viñetas iguales...
—Remontándonos a los inicios de tu carrera y contemplando los setenta, quizás tu lenguaje actual es menos directo y virulento, más reflexivo...

—Sí, es posible. Al haber pasado por aquellas épocas en que existía una inevitable carga subversiva en la imagen, hoy ya no lo concibo posible. Prácticamente el niño más joven ya está haciendo unas cargas que pretenden ser demoledoras pero que yo entiendo que ya no tienen la capacidad de sublevar la parte más apacible del hombre. Ya no es útil porque se ha convertido en algo demasiado común. Quizás es por eso, y por el inevitable proceso de envejecimiento y asentamiento, que mi lenguaje se hace más sereno y reflexivo.
—Repasando algunas de tus constantes, resulta obligado referirse al surrealismo.
—Desde luego, he bebido en múltiples fuentes y, efectivamente, el surrealismo es una de ellas. Pero no me considero surrealista ni lo he sido en ningún momento. Mi trabajo no se plantea como una expresión del inconsciente sin que haya una, orientación por parte de lo consciente en nuestras imagenes graciosas. Lo que sí he permitido es que aflorasen elementos, pero siempre con una voluntad de dirección, cosa que no hacen los surrealistas.
y —Podríamos hablar de metáforas y símbolos en tus obras. ;no?



—Y cubierto de un cierto escepticismo vital...
—Es posible que así se lea desde fuera, pero en el fondo soy bastante optimista. Lo que no me impide contemplar las catástrofes cotidianas y ver que la dirección que lleva el propio hombre no es la correcta. Eso me hace ser, no pesimista, pero sí mantenerme un poco atento...

Ops, El Roto y Andrés Rábago son tres seudónimos o heteróni- mos que no son antagónicos, son perfectamente asimilables unos a otros y se unifican con imágenes concretas.
Ops es el más alejado, El Roto es el más próximo y Rábago está más lejos de lo inmediato, con una pintura que no pretende ser pictórica.
El Roto es la presencia de lo inmediato, lo cotidiano, es más evidente, pero en los tres se percibe la época en la que vivo y las preocupaciones.
Si al presente quitas lo actual, quedaría lo eterno, y esa forma de eterno presente es lo que me interesa.

domingo, 21 de julio de 2013

Cosas del dibujante

La ideas de un dibujante


—¿Qué es un “chiste político”?
—Creo que cabría distinguir entre “chiste político”, que es aquel cuyo contenido hace referencia de forma directa a lo que oficialmente se considera “política”, y “chiste politizado”, que es aquel que, sin referirse a cuestiones “políticas” concretas, lleva consigo una carga ideológica que le eleva de la categoría de mero pasatiempo o dicho gracioso (como ha sido normalmente catalogado el chiste) y que le convierte entonces en una nueva forma de periodismo; por ello, hoy nadie se sorprende cuando ciertos periódicos colocan los dibujos de sus colaboradores en las páginas de editoriales. El mayor interés que ofrece el “chiste politizado” sobre el “chiste político” me parece evidente e imagino que a él debe referirse la presente encuesta de nuestras imagenes graciosas.

—¿Dónde nace la chispa del chiste, la ocurrencia? ¿Dónde nutre su imaginación?

—El chiste debe tratar de presentar de la forma más clara, más breve y más inesperada posible (hay que desarmar al lector, pillarle desprevenido) las contradicciones, injusticias o defectos de una determinada noticia o situación; supongo que en ello reside toda su “chispa”. Los temas, naturalmente, los proporciona cualquier cosa: en especial la prensa, la TV, el contacto con los demás...


—¿Qué es más importante, la idea, o que el dibujo tenga gracia?
—La idea, siempre. El dibujo no es más que un medio al que, por supuesto, se debe dominar, pero nada más. Incluso en ciertas ocasiones un dibujo muy “artístico” perjudica al chiste.
—¿Hasta dónde se puede hacer gracia “política” en España? ¿De qué limites no se puede pasar?   
—Los limites del chiste político son los siguientes: al norte, la Ley de Prensa; al sur, el Código Penal; al este, la empresa que lo publica, y al oeste, todo lo demás. En resumen: la cosa es bastante difícil.
—¿Qué problemas le plantea el chiste político?
—Es posible que no sepan que actualmente me hallo en “libertad provisional” (con una fianza de 75.000 pesetas) acusado de “injurias
graves a la Administración de Justicia” por un chiste publicado en El Correo Catalán de fecha 6-II-70. Espero que esto conteste a su pregunta. Además, existe la “otra censura”: compromisos publicitarios del diario o la revista, cartas al director, presiones de sectores no oficiales pero bien situados, quejas de los suscriptores, llamadas al “buen gusto”, etc., cosas todas ellas que impiden en muchas ocasiones que se publiquen ciertos dibujos de imagenes divertidas.
—¿Cuales son sus temas favoritos al hacer chistes de tipo político, social o ideológico?

—No tengo temas favoritos o, mejor dicho, no puedo tenerlos, aunque a través de lo que llevo publicado pueda parecerlo, pero eso no es culpa mía.
—¿Considera el humor como un agravante o atenuante al tocar temas políticos?¿Se pueden decir más cosas o menos que escribiendo?
—Una crítica que hace parecer ridículo al criticado siempre resulta más ofensiva. Lo cual me hace suponer que el humor es un agravante.
—¿Qué valor tiene el chiste político y qué función cumple en la prensa?
—Se ha dicho que los chistes de Chumy Chúmez son editoriales, más claros, más breves y que todo el mundo lee. Ahí debe residir uno de los principales valores del chiste político.

jueves, 18 de julio de 2013

Mas entrevistas a dibujantes

 Vendiendo guiones de comics


Yo he vendido ahora un guión y acabo de cobrar una parte. Es la historia de un “Superman” español, al que su mujer le hace un traje de “Superman” con cremallera que le sienta mal porque tiene las piernas flacas. Se encuentra con un coche-patrulla que le obliga a quitarse el antifaz y tiene la tarjeta en una barbería:“Superman, se admiten encargos”. El lo que quiere es irse a Estados Unidos para ampliar estudios, pero, al final, no puede ir. Yo quisiera que fuera la historia de un “quijote” de los años setenta. No sé si pasará la censura. Luego quisiera dirigir otro guión mío que es la historia de un vampiro español que chupa la sangre a los ricos, para dársela a los pobres por la mañana...

Yo no quería hacer dibujos de humor, en los que siempre tienes que volcar la maldad suficiente para que los lectores pasivos se refocilen con las barbaridades que los humoristas pueden inventar, sobre todo cuando andan flojos de calorías, de dinero y de lisonjas.

Yo quería pintar y escribir, pero siempre sucumbía a la tentación de la calderilla diaria.
Poco a poco tuve el honor de rozar la frontera firme y geométrica de los intelectuales de entonces que protegían a dentelladas sus espacios y sus límites para evitar que se estremeciesen en sus futuros gentes que pacían fuera de los bellos prados del dogma.




Del dogma soviético, naturalmente.
Por aquellos entonces, para tener un futuro despacho y una futura secretaria de hermosos culos proletarios, además de a Lenin y a Marx, había que leerse a los escritores franceses de izquierdas, luz y faro del mundo occidental.
¡Válgame el Señor y qué tormentos nos dieron los intelectuales gabachos, más dogmáticos que un dos por dos son cuatro!
Yo, una vez más, tiraba por mi cuenta y daba Sartreres y Camuses a |H los menesterosos de la justicia. Yo leía a Celine y otra vez incurría en el pecado de lesa izquierdosidad.

Durante mucho tiempo colaboré con el Diario Vasco de San Sebastián. Luego en Sábado Gráfico, del disparatado y generoso Eugenio Suárez. Más tarde, en el diario Madrid, luz y guía del Opus Dei, que iluminaba el camino de los que estaban buscando la paz espiritual. Luego el Triunfo, avanzadilla de la izquierdosidad marxista-autista- leninista.

Mi humor, el humor de todos los periodistas gráficos, más que político, era social. No sabíamos todavía por dónde iban a salir los tiros, después de los tiros que salieron por la pistola de Tejero.

Para los humoristas, las situaciones políticas extremas no suelen ser políticamente amenazantes. No hay nadie en el mundo que no quiera el bien del mundo.

Hasta la hiena del tal Bush invade, destruye, aniquila por el bien del pueblo, del pueblo norteamericano, naturalmente, que también es pueblo.

Por eso, durante mucho tiempo estuve publicando mis dibujos de humor simultáneamente en El Socialista y en Blanco y Negro. Las colaboraciones semanales se podían haber intercambiado sin crear problemas a los que señalaban la línea editorial de sus publicaciones.

Todos querían la paz, la armonía, la justicia. Y hablo sin ironizar, porque es cierto lo que estoy escribiendo.

martes, 16 de julio de 2013

Dibujantes de comics

Cuando se implantó el régimen de consulta voluntaria, algunas veces fui a discutir con el censor y conseguí que me aprobaran algunos dibujos que me habían prohibido. El único director con el cual tuve problemas fue Enrique del Castillo, quien me dijo que yo no era un dibujante de imagenes graciosas para el Diario de Barcelona, a causa de un chiste que evocaba una posible ampliación del Poblé Espanyol mediante la incorporación de las cercanas barracas de Montjuic, y el texto sugería que evocaba una calle de Almería.

Protestaron desde el gobernador hasta el presidente de la Casa de Almería. La censura exigía un trabajo más sutil y elaborado, así como un esfuerzo mayor de la inteligencia del lector. Pero el peor año para mí fue el que transcurrió entre octubre del 74 hasta el 75, durante la enfermedad de Franco; en cualquier dibujo veían fantasmas por todas partes. Paradójicamente, me resultó más difícil la transición, porque no sabía hasta qué punto era lícito o conveniente ridiculizar o denunciar una realidad que podía acarrear resultados contraproducentes. Pese a que ahora hay libertad, a veces me autocensura: es inevitable, porque considero que hay ciertos límites...
—¿Es su obra la crónica de una cierta Barcelona?





—Sí; el mundo obrero me ha resultado más próximo y entrañable que otros sectores sociales, especialmente los primeros 20 años. A veces considero que es un defecto, quizá porque tenga un punto de vista demasiado seducido y posiblemente debería ampliar mi atención a otros ambientes. Me gusta pasear y observar. Mi humor aparece casi siempre situado en la calle, al aire libre y muy a menudo con la presencia del cielo...
—¿Cuáles son las sonrisas más caras del país, Chumy?
—No lo sé. No sé quiénes son los que más cobran. Deben ser, digo, Mingóte y Máximo. Pero no me ocupo del dinero especialmente. Ahora empiezan a esparcir el maíz del dinero cn sus imagenes graciosas y vienen los humoristas como las gallinas.

—¿Quién ha hecho más por vosotros, Chumy?

—En principio, los que nos publicaban, La Codorniz era lo único donde podíamos publicar. En la redacción de La Codorniz, hay, de siempre, una vieja polémica. Unos dicen que todos salimos gracias a ella. Otros dicen que sin nosotros no hubiera podido vivir. Yo sólo sé que allí podíamos publicar, y pagarnos los “tubos”. Luego, muchos se pasaron a otros campos que dan más dinero. Neville ha muerto, Mihura hace teatro. Gila está por las boites. Nácher es arquitecto. Los Ozores están haciendo cine.

Si se dan cuenta que hay más dinero en otra parte, se van. Yo, si quiero el dinero, es para ser independiente. Lo peor de la pobreza es que te convierte en un esclavo. Yo, ahora, hago también guiones de cine. Y resulta que en un par de meses sacas tanto como en ocho meses haciendo chistes. Dicen que Máximo cobra en Pueblo mil pesetas por chiste, ¿no...? Bueno, pues un guión de cine te lo pagan hasta 250.000. Por eso te digo que ésta es una profesión sentimental. Summers, que es mi gran amigo, hace chistes porque le divierte, pero por dirigir una película le pagan de millón a millón y medio.

domingo, 14 de julio de 2013

Fragmentos de una entrevista concedida a Lluís Permanyer

Una entrevista a un dibujante


—No entiendo una palabra. No entiendo que tú trabajes en un periódico que está defendiendo una línea y que tú defiendas otra.

—Cuando a mí me llamaron de Madrid no me impusieron ninguna línea. A cambio de esa libertad, se quedaron con la opción de seleccionarme, si hacía falta, algunos chistes. La verdad es que apenas si me han rechazado alguno. Yo con Madrid me llevo muy bien. Les quiero mucho. Pero el mundo del periodismo no lo conozco. Mando a mi chacha a cobrar. Lo que pasa es que tú has venido a ver a un Chumy político...
—Bien, muy bien. ¿Qué pasa con los humoristas españoles: que sois pocos y mal avenidos?

—No, ¿por qué...? Mal no nos llevamos.Yo he procurado ayudar a la gente. A Forges le ayudé a salir yo. Ahora se están haciendo cosas buenas y ya empiezan a hablar de un grandioso momento del humor español. No es para tanto. Si ves revistas extranjeras, son una maravilla. Pero aquí, como ahora cada periódico tiene su chistecito, somos tan pobres que nos creemos que estamos en una edad de oro del humor. Pero en Estados Unidos tienen quince revistas de humor.






Y editan libros. ¿Y aquí, quién edita humor? Sólo Mingóte, que se edita sus propias obras. Pues porque la gente desconoce todo eso. Porque el humor lo hacen unos profesionales sólo si pueden sobrevivir con él.Y yo soy el más viejo, después de Mingóte, llevo veintidós años dibujando. Antes, claro, era imposible vivir. La Codorniz pagaba muy mal. Ahora, todavía paga menos que los periódicos. Yo recuerdo cobrar treinta pesetas en La Codorniz por chiste. Y cien pesetas, no hace mucho tiempo. Entonces los dibujantes hacían publicidad o ilustraciones para poder vivir.Y sale gente nueva, chavales estupendos. Pero si ven que sólo van a sacar 3.000 pesetas al mes haciendo humor, se dedica a otra cosa...
—¿Qué os pasa a los humoristas españoles?

 ¿En el fondo no estáis resentidos...?
—¿Resentidos...? No sé. Más que nada hablaría de frustración. Ahora se están sacando a flote, con aspectos folclóricos, los años cuarenta. Pero aquello fue muy duro, vivimos a oscuras, económica y policialmente. Pasamos una adolescencia del miedo. Cuando ahora te dicen que los años cuarenta eran los de Machín, me pongo de mala leche. Era algo más que Machín. Era el miedo de las familias, de los hombres, la incapacidad de leer...

—¿Tú has pasado hambre?

—Sí, claro. Como todo el mundo. Es malo comer mucho. Ahora vamos a comer muy bien en Fuengirola, donde el cocinero dice que hace unas judías con chorizo que son una pequeña obra maestra de la literatura...
—¿Y luego por qué cargas los chistes con tantas tintas negras? ¿Es que el país es así?
—Lo que pasa es que yo los chistes los hago con desgana. Hago chistes como quien tiene un niño subnormal. Es la frustración del pintor. Pero, como he venido de la pintura, juego con las manchas. También hay una cosa de pereza. Me costaría trabajo hacer fondos, matizar como el señor Goya.