martes, 16 de julio de 2013

Dibujantes de comics

Cuando se implantó el régimen de consulta voluntaria, algunas veces fui a discutir con el censor y conseguí que me aprobaran algunos dibujos que me habían prohibido. El único director con el cual tuve problemas fue Enrique del Castillo, quien me dijo que yo no era un dibujante de imagenes graciosas para el Diario de Barcelona, a causa de un chiste que evocaba una posible ampliación del Poblé Espanyol mediante la incorporación de las cercanas barracas de Montjuic, y el texto sugería que evocaba una calle de Almería.

Protestaron desde el gobernador hasta el presidente de la Casa de Almería. La censura exigía un trabajo más sutil y elaborado, así como un esfuerzo mayor de la inteligencia del lector. Pero el peor año para mí fue el que transcurrió entre octubre del 74 hasta el 75, durante la enfermedad de Franco; en cualquier dibujo veían fantasmas por todas partes. Paradójicamente, me resultó más difícil la transición, porque no sabía hasta qué punto era lícito o conveniente ridiculizar o denunciar una realidad que podía acarrear resultados contraproducentes. Pese a que ahora hay libertad, a veces me autocensura: es inevitable, porque considero que hay ciertos límites...
—¿Es su obra la crónica de una cierta Barcelona?





—Sí; el mundo obrero me ha resultado más próximo y entrañable que otros sectores sociales, especialmente los primeros 20 años. A veces considero que es un defecto, quizá porque tenga un punto de vista demasiado seducido y posiblemente debería ampliar mi atención a otros ambientes. Me gusta pasear y observar. Mi humor aparece casi siempre situado en la calle, al aire libre y muy a menudo con la presencia del cielo...
—¿Cuáles son las sonrisas más caras del país, Chumy?
—No lo sé. No sé quiénes son los que más cobran. Deben ser, digo, Mingóte y Máximo. Pero no me ocupo del dinero especialmente. Ahora empiezan a esparcir el maíz del dinero cn sus imagenes graciosas y vienen los humoristas como las gallinas.

—¿Quién ha hecho más por vosotros, Chumy?

—En principio, los que nos publicaban, La Codorniz era lo único donde podíamos publicar. En la redacción de La Codorniz, hay, de siempre, una vieja polémica. Unos dicen que todos salimos gracias a ella. Otros dicen que sin nosotros no hubiera podido vivir. Yo sólo sé que allí podíamos publicar, y pagarnos los “tubos”. Luego, muchos se pasaron a otros campos que dan más dinero. Neville ha muerto, Mihura hace teatro. Gila está por las boites. Nácher es arquitecto. Los Ozores están haciendo cine.

Si se dan cuenta que hay más dinero en otra parte, se van. Yo, si quiero el dinero, es para ser independiente. Lo peor de la pobreza es que te convierte en un esclavo. Yo, ahora, hago también guiones de cine. Y resulta que en un par de meses sacas tanto como en ocho meses haciendo chistes. Dicen que Máximo cobra en Pueblo mil pesetas por chiste, ¿no...? Bueno, pues un guión de cine te lo pagan hasta 250.000. Por eso te digo que ésta es una profesión sentimental. Summers, que es mi gran amigo, hace chistes porque le divierte, pero por dirigir una película le pagan de millón a millón y medio.

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