domingo, 28 de julio de 2013

Entrevista a Escobar

Escobar

   
La decisión de hacerme dibujante la tomé de pequeño, cuando tenía ocho o nueve años. Cuando tenía 12, pinté en una pared del pueblo de Granollers, donde vivía con mis padres, unos dibujos en gran tamaño, para que los viera la gente de Barcelona que pasaba por allí los fines de semana. En aquella época había grandes dibujantes, áomo Junceda (para mí, el mejor de todos), Cornet, Llaverías o Mallol, es decir, toda la gente de En Patufet, aunque el humor que se hacía entonces era más inocente.

Yo mandaba dibujos a todas las publicaciones y conseguí publicar, a los 14 años, mi primera historieta en la revista Virolet, y luego, más regularmente, en Sigronet y Pulgarcito, de la Editorial Gato Negro, que luego se convertiría en Bruguera.



Si algo tengo que agradecerle a Franco es que me expulsara del Cuerpo de Correos cuando acabó la Guerra Civil, porque entonces no me quedó más remedio que dedicarme enteramente a las historietas.
Antes de la guerra entré a trabajar en la oficina de Correos de Granollers, y a la vez publicaba mis dibujos donde podía, como fueron Diario de Granollers, TBO, La Campana de Gracia, Pocholo y Papitu. Y escribía teatro y cuentos, que incluso conseguí me publicaran. Durante la contienda trabajé también como dibujante en L’Esquella de la Torratxa, que había sido incautada por el Sindicato de Dibujantes Profesionales de la UGT. Y por eso fue que me procesaron y depuraron tras la guerra. Me condenaron a seis años y un día de prisión, de los que cumplí poco más de año y medio. En la cárcel me pusieron en la sección de paquetería, situación que daba derecho a ir por todas las galerías. Yo iba con una carpeta, y aprovechaba esta movilidad para hacer caricaturas a quien le interesaba, que cobraba a tres pesetas a una sola tinta y a cinco las que hacía en color.

Al terminar la condena, convertido en ninotaire a la fuerza, empecé a publicar en Pulgarcito, junto a Cifré, Peñarroya, Conti y Giner.Y con ellos intenté la aventura de independizarnos con la revista Tío Vivo en 1955, que finalmente fue absorbida por la Editorial Bruguera, y tuvimos que volver al redil. También hice cine de dibujos animados para la Productora Chamartín. Eran cortos que proyectaban antes de las películas, pero con la llegada del NO-DO dejaron de pasarlos y de producirlos.

De mis personajes tengo especial predilección por “Carpanta” y “Zipi y Zape”, que son verdaderos antihéroes, ya que, a pesar de las buenas intenciones que albergan, las cosas les suelen salir mal. A “Carpanta” lo imaginé viendo las películas de “Popeye” en las que aparecía el tragón “Pilón”.Tardé en concretarlo hasta los años cuarenta, cuando retomé esta idea primitiva en una época en la que había mucha hambre, y ello permitió hacer un poco de campaña contra las necesidades que se pasaban. Y la pareja “Zipi y Zape”, aunque ya tienen más de 40 años, no creo que se hayan quedado anticuados, porque los niños continúan identificándose con ellos, porque comparten los mismos problemas.

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