jueves, 18 de julio de 2013

Mas entrevistas a dibujantes

 Vendiendo guiones de comics


Yo he vendido ahora un guión y acabo de cobrar una parte. Es la historia de un “Superman” español, al que su mujer le hace un traje de “Superman” con cremallera que le sienta mal porque tiene las piernas flacas. Se encuentra con un coche-patrulla que le obliga a quitarse el antifaz y tiene la tarjeta en una barbería:“Superman, se admiten encargos”. El lo que quiere es irse a Estados Unidos para ampliar estudios, pero, al final, no puede ir. Yo quisiera que fuera la historia de un “quijote” de los años setenta. No sé si pasará la censura. Luego quisiera dirigir otro guión mío que es la historia de un vampiro español que chupa la sangre a los ricos, para dársela a los pobres por la mañana...

Yo no quería hacer dibujos de humor, en los que siempre tienes que volcar la maldad suficiente para que los lectores pasivos se refocilen con las barbaridades que los humoristas pueden inventar, sobre todo cuando andan flojos de calorías, de dinero y de lisonjas.

Yo quería pintar y escribir, pero siempre sucumbía a la tentación de la calderilla diaria.
Poco a poco tuve el honor de rozar la frontera firme y geométrica de los intelectuales de entonces que protegían a dentelladas sus espacios y sus límites para evitar que se estremeciesen en sus futuros gentes que pacían fuera de los bellos prados del dogma.




Del dogma soviético, naturalmente.
Por aquellos entonces, para tener un futuro despacho y una futura secretaria de hermosos culos proletarios, además de a Lenin y a Marx, había que leerse a los escritores franceses de izquierdas, luz y faro del mundo occidental.
¡Válgame el Señor y qué tormentos nos dieron los intelectuales gabachos, más dogmáticos que un dos por dos son cuatro!
Yo, una vez más, tiraba por mi cuenta y daba Sartreres y Camuses a |H los menesterosos de la justicia. Yo leía a Celine y otra vez incurría en el pecado de lesa izquierdosidad.

Durante mucho tiempo colaboré con el Diario Vasco de San Sebastián. Luego en Sábado Gráfico, del disparatado y generoso Eugenio Suárez. Más tarde, en el diario Madrid, luz y guía del Opus Dei, que iluminaba el camino de los que estaban buscando la paz espiritual. Luego el Triunfo, avanzadilla de la izquierdosidad marxista-autista- leninista.

Mi humor, el humor de todos los periodistas gráficos, más que político, era social. No sabíamos todavía por dónde iban a salir los tiros, después de los tiros que salieron por la pistola de Tejero.

Para los humoristas, las situaciones políticas extremas no suelen ser políticamente amenazantes. No hay nadie en el mundo que no quiera el bien del mundo.

Hasta la hiena del tal Bush invade, destruye, aniquila por el bien del pueblo, del pueblo norteamericano, naturalmente, que también es pueblo.

Por eso, durante mucho tiempo estuve publicando mis dibujos de humor simultáneamente en El Socialista y en Blanco y Negro. Las colaboraciones semanales se podían haber intercambiado sin crear problemas a los que señalaban la línea editorial de sus publicaciones.

Todos querían la paz, la armonía, la justicia. Y hablo sin ironizar, porque es cierto lo que estoy escribiendo.

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